Leo en una entrevista a Pedro Ballesteros MW, ésta respuesta a la pegunta de cómo acercar el vino a la sociedad:
¿Qué se podría hacer para acercar el mundo del vino y la cata a públicos más amplios?
No estoy convencido que sea una buena cosa masificar el vino. Recuerdo bien los años de mi infancia cuando todo el mundo bebía vino. Era un país en el que mucha gente se mataba y mataba a otros en carretera, en el que cientos de obreros se caían de los andamios de puro borrachos, en el que había más machismo y violencia doméstica. Y además era un país profundamente inculto sobre el vino. El vino no tenía la dimensión intelectual y emocional que le distingue, sino que era una droga barata. No quiero ver eso nunca más.
Por ello prefiero dejar en paz a la gente y no intentar convencerlos que amen lo que yo amo.
La verdad, no sé donde vivía Pedro Ballesteros.
Yo vivo en una comarca cerca de Barcelona, y no recuerdo haber visto lo que relata, y tampoco nos separa una diferencia de edad destacable.
No dispongo de datos estadísticos que señalen que si esto ha aumentado o disminuido, pero me inclinaría más por pensar, que los problemas que relata, eran más debidos a alcoholes de alta graduación, los cognacs, whiskys, ginebras, etc. que no a causa de la ingesta de vino.
Recuerdo sí, que el vino siempre estuvo presente en las comidas familiares de mi infancia, ya fuera en porrón o en vaso. En la mesa de mi casa, siempre había una botella de vino para tomarse un vaso de vino (la verdad es que así era: SOLO un vaso de vino en cada comida).
Y a mí, la visión de este elemento en la cuotidiana mesa, no me ha acarreado ningún problema, ni de alcoholismo, machismo ni violencia; al contrario, me despertó un interés en la maravillosa variedad que podía encontrar en el mercado.
Una de las meriendas que recuerdo de mi infancia, era una rebanada de pan de hogaza empapada de vino tinto, con azúcar espolvoreado; Era quizás una manera de acercarnos a esa bebida solo reservada a los mayores. Y también recuerdo haber tomado esta merienda en un campamento infantil de verano.
Si hoy en día, a un monitor de un campamento juvenil, se le ocurriera dar para merendar pan con vino y azúcar, se lo llevaban detenido, cerraban el campamento y pedían las dimisiones políticas correspondientes.
Creo que sí que hay que acercar el vino a la gente, y formarla. Mostrando sus virtudes y también sus peligros. Enseñar a catar, no a beber; en la moderación esta el placer, y en la cantidad a beber, cada uno tiene ya suficientes elementos de juicio para saber que conlleva una ingesta inadecuada.
Importantes son pues, las campañas de publicidad de las bodegas, de las DO, de organismos oficiales, de las escuelas de restauración, de los sumilleres y profesionales de sala en los restaurantes, de los cursos de cata que imparten diferentes profesionales del sector, del turismo enológico que podemos encontrar en las zonas de producción, y de todas aquellas pequeñas acciones que acercan el placer del vino al consumidor.
Eso es cultura. Y debe llegar al consumidor.